domingo, 31 de octubre de 2010

Alimentación

El oso polar, rey del ártico, se alimenta de todos los animales árticos excepto zorros y lobos. A pesar de todo sus favoritas son las crías de focas y renos (que son mucho más escasos que los primeros) y llegan a comer unos 30 kilos de comida al día, y los cachorros 1 kilo. Los osos no toman agua, ya que en su ambiente es salada y ácida. Sacan los fluidos que necesitan de la sangre de sus presas. También se ha descubierto recientemente que pueden llegar a ser caníbales, en especial los machos, ya que si sufren demasiada hambre, no tienen problemas en comerse a otros osos en especial jóvenes o muertos generalmente.

Amenazas

Oso polar en una costa sin hielo.

Tradicionalmente, los osos polares fueron cazados por los esquimales y otros pueblos árticos, tanto por su carne como (especialmente) por su hígado lleno de vitaminas. Los colonos europeos comenzaron a matarlos también por deporte y para evitar sus incursiones en los poblados, donde podían robar comida o atacar a los animales domésticos. En raras ocasiones se dieron ataques contra humanos, aunque la gran mayoría de éstos fue obra de animales heridos previamente por los propios hombres.

La UICN considera que el número de osos polares se ha reducido en al menos un 30% en los últimos 45 años. Para 2008 la población se calculaba entre 20.000 y 25.000 individuos.[1] Hasta hace algunos años, los osos polares se cazaban desde embarcaciones de motor, avionetas e incluso helicópteros. Esta caza masiva puso la especie al borde de la extinción, por lo que acabó prohibiéndose. También se ha perseguido el uso de cebos envenenados para matar a los osos.

Aparte del hombre, el único animal que puede ser peligroso para el oso polar es la morsa, si es que se acerca demasiado.

Las amenazas más modernas las constituyen la acumulación de contaminantes en el hielo y atmósfera árticos y el calentamiento que está afectando su ecosistema.[1] Según estudios canadienses (2005)[cita requerida] el hielo de las zonas habitadas por estos animales se está derritiendo hasta tres semanas antes que en la década de 1970, obligando al oso a retirarse a tierra firme sin haber completado sus reservas de grasa, que pierden durante el verano y el otoño en forma tan crítica que afecta la capacidad de las hembras para quedar preñadas y minan su capacidad de producir leche para alimentar a sus crías. Esto ha provocado una caída del 15% en la tasa de nacimientos.[cita requerida]

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